domingo, 24 de febrero de 2013

Pasar páginas


Diane Keaton tras ganar el Oscar a la mejor actriz por Annie Hall

Que te den el premio de tu vida y que tú lo celebres tocando uno de esos instrumentos, sólo que estás a miles de kilómetros de distancia,puede considerarse como dos cosas: la primera, como una forma de hacerle un feo a quien te reconoce tu mérito; la otra, como la manera de decir que el carpetazo que le has dado al libro que acabas de leer y por el cual te dan el premio de tu vida contiene muchas cosas, entre ellas que te da igual el qué dirán. A mí ese libro me dejó bueno el sabor de boca. Ese libro es historia. Y espero que os guste. Fin. Pero terminas el libro y te han dicho que no sólo el carpetazo, la forma de leerlo ha sido estupenda. Lees mejor que nadie. Y te lo dicen. Y tú sorprendes, desconciertas: te dan el premio de tu vida y tú estás tocando uno de esos instrumentos. Porque lo habitual es que vayas a un sitio, ése que está a tantos miles de kilómetros de distancia, te sientes con otra mucha gente que también ha leído su libro y al final te den el premio de tu vida porque “la forma de pasar página, su separador, cómo ha leído esa página 36 nos ha encantado”. Y entonces a ti eso te importa muy relativamente y sólo piensas en otra persona, porque a esa persona, que te animaba a seguir leyendo de esa manera, también le dirán que no hay otras manos como las suyas entre las dos tapas de su libro. Y entonces te das cuenta de que quizá sea mejor así y que sea ella la que se suba al escenario para que le digan que la forma de pasar las páginas suya, señora Hall, esas manos pasado páginas les ha puesto. Y así ella es la que acapara los ojos de los otros lectores o (algunos sólo eso) pasadores de página, que son además los que consideran que no ha habido nadie como ella para leer dando paso a la página siguiente. Piensas en ello y te sientes satisfecho. Y es que era eso lo que en el fondo perseguías cuando estabas leyendo tu libro. A veces ella era la que te pasaba las páginas una por una.

Pero tú no piensas si la gente se acuerda de ti cuando ella sube al escenario y recoge el mérito y ella te nombra y habla del libro (y de aquella escena mirando libros). Y tú entonces crees por un momento que si ella te nombra de la forma que te nombra, pues piensas “People will say we’re in love” (así reza uno de los más acertados títulos de esas canciones. De aquéllas). Y eso es en definitiva con lo que te quedas mientras cierras los ojos y tocas uno de esos instrumentos (a la misma hora pero a unos cuantos miles de kilómetros de distancia). ¿Es aquel tema que utilizarás cuando te dispongas a leer otro de esos libros, unos cuantos años más tarde? Piensas en ella, en que cuando acabe la actuación sea su voz la que escuches (¿esperabas oírla en el intermedio?) y te diga cosas. Y lo primero que te dice es que todos aquí (a esa distancia de tantos miles de kilómetros) están diciendo que te quiero. Pero eso a ti te importa menos porque ella ES esa noche, allí. Y tú aquí pero no importa. ¿Es bueno el champán?, le dices. Y ella se sonríe y tú le oyes cómo tararea vuestra canción. Colgáis. Tú coges y le limpias la boquilla a uno de esos instrumentos. Ella te ha dicho que esta cosa pesa un huevo.

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