lunes, 26 de septiembre de 2011

Brother Lee (ficción)

Lee Young, drummer and brother

Me imagino que soy Lester Young. Pongámonos en el caso, si alguna vez alguien me llamó Prezz y yo no me negué al título, sino que al contrario me gustó la etiqueta, porque Lester tuvo una vida que me hace identificarme de alguna manera. Pongámonos en el caso y soy Lester Young, aunque me falte una Lady Day. Soy Prezz, o Lester y estoy por fin en el Olimpo, es un decir, de los dioses, porque ya sólo tocaré con mi Lady una vez más, allá por el 57. Con el poco pelo que me queda. Estamos pues en el 57 y yo me pongo contento y no sé qué hacer sino que correr e ir rápido a decírselo a alguien. Tengo que comentarlo, Lady y yo, una vez más, Lady Day que nunca toqué, pero para amar no es necesario tocar, sólo mi saxo y Lady su voz, si se puede tocar la voz de un genio como Lady fue. Lady and me, año 57, después de tantos, en que yo no la olvidé y Lady tampoco, lo sé, y mira que quise descolgar ese teléfono unas cuantas veces. Pero hoy me llamaron y me dijeron, ahí estará Lady Day, en un set de televisión, otros músicos y tú, pero a mí lo que me importaba no eran los otros, sino que estaría Lady Day. Y de llamadas y teléfonos va el día porque a alguien le tengo que contar. Y cojo la libreta, la dejo después porque en definitiva tengo que decirlo rápido y ya, y no pienso mucho, descuelgo el auricular y llamo a mi hermano. Y le cuento que Lady Day otra vez, pero no otra vez, me dice mi hermano, hace cuánto tiempo que Lady y tú no lo hacéis. Pienso para mí y le miento, no, Lee, creo que no te acuerdas que hace un par de años. Miente otra vez, pensará mi hermano Lee, y le comento que  estaría que viniese él, mi hermano Lee, a tocar con nosotros, total no me acuerdo casi ya de los otros, nombres sonoros pero mi hermano ante todo, y le comento que venga él a tocar esa batería, y mi hermano Lee me dice que él ya no está para esos trotes, me dice, man, tú no ves cómo han cambiado los tiempos y el tempo, tú sabes que yo no doy para el bop, y qué más dará, si tocaste con el King Cole, le digo yo y le convenzo para que venga a tocar con nosotros, Lady Day y los otros, ese día. Te verán por televisión, más gente de la que nunca nos vio en toda nuestra puñetera vida. Lee se lo piensa y accede, pero yo no lo veo muy convencido. Y pienso que ésas son las cosas que se hacen por los hermanos, pero no lo digo, en ese segundo en que calla antes de que me diga que sí.

Y llega el día que me re-uniré con Lady. Y somos los primeros en llegar mi hermano y yo. En el estudio de grabación aparte de las cámaras y el personal difuso, como siempre ocurre en estos set, que nunca sabes a qué se dedica cada quién, quitando a esos operadores de cámaras, en ese estudio hay una silla en una esquina, y mi hermano Lee se sienta en ella y no sabe que el resto del tiempo hasta que se apaguen las luces y se acabe la sesión allí se quedará mi hermano Lee. Porque como se temía él pero no yo, porque yo sabía quién eran los otros a pesar de que sólo me importaba Lady, había un batería asignado de antemano, y un trombón, y el pianista, una trompeta y otra más, y un bajo y hasta un guitarra. También estaba el bueno de Ben Webster, y Hawkins. Y entonces apareció Lady y yo me olvidé de todos y, Dios me ha perdonado (me lo dijo personalmente poco tiempo después), me olvidé sobre todo de mi hermano Lee, al que traje engañado (aunque yo creo que aun a sabiendas del engaño quiso venir porque quería ver a Lady. Todos los hermanos tenemos cosas en común, fuera de la semejanza física o los defectos. Y Lee también miraría mucho a Lady, desde esa esquina en que la oscuridad era completa gracias al color de nuestra piel, esquina que pareció ser concebida para mi hermano Lee). Y allí cantó Lady, y allí no había más que Lady, porque estábamos los otros, sí, pero cerca del olvido, y mi hermano Lee era la misma palabra olvido. Y mis ojos brillaron. Y Lady cantaba. Y mi hermano me dolía porque no pudo ser parte de los otros. ¿Alguna vez le dije a Lee cuánto le quería? Y pareció que Lee aguardara eternamente su turno apartado en esa esquina. Y con él juntos todos en su mente, el King Cole, su hermano Prezz, nuestra Lady. Y le quise decir al salir a mi hermano Lee que nos acompañara a Lady y a mí. Pero no pude más que mirar a Lee y callar porque Lady ya me cogía del brazo y la noche sí que iba a ser eterna. Y entonces le rogué a Dios que me perdonara, otra vez me perdonara.

lunes, 19 de septiembre de 2011

Noire

Miles, Jeanne y la trompeta

Hay una película con la que no puedo resistirme a empezar esta entrada, que tiene que versar y rimar el cine negro con el jazz. Podríamos hacer un simple juego de palabras y relacionar jazz con noire, negro jazz, la música que iniciaron los negros. Pero aparte de ese fácil más que simplón juego, empiezo por la película de la que he dicho iba a hablar y ésa no es otra que un film noire per se y ciento por ciento, porque noire es negro en francés y francesa es Jeanne Moreau y francés Louis Malle, aunque con el tiempo se fuera a USA para rodar en el país de los negros. Ascensor para el cadalso es un film noire protagonizada por una blonde, y francés, muy francés al mismo tiempo es el argumento, porque Monsieur Malle quiso hacer un hommage al cine negro, el de los americanos. Pero qué ocurre si quiero casar al cine noire de Malle con el jazz. Pues que tengo que irme a llamar a la puerta de los infiernos, porque desde allí compuso Mr. Miles Davis una banda sonora para no olvidar. Y suena esa trompeta con músicos de la Francia y lo noire tiñe la pantalla, mientras Jeanne imita a Barbara Stanwyck en el fondo, que no en las formas, dos rubias de cuidado, y el amante ayuda a la rubia y la música de Miles le ayuda también y entre todos se ponen de acuerdo, Louis, Jeanne, el amante y Monsieur Malle.

Y nosotros le ayudamos también porque se trata de ayudar a la Moreau, y el argumento se embrolla pero la trompeta de Miles ahí está para distraer a la policía y nosotros ayudamos más y el film noire se hace arte. Y está la foto de Miles que le ayuda a ella a colocar los dedos en una trompeta, la trompeta de Miles y me imagino las noches noires de Miles en París y los días de Miles en el estudio, pantalla delante y Miles improvisando, con Monsieur Louis al fondo escuchando. Ayudando Miles a Malle y entre todos se ayudan, nosotros ayudamos, vosotros ayudáis, ellos se ayudan, el cadalso y el ascensor, maldito ascensor, todos ayudamos, es una cuestión de honor. Y todos queremos ser trompeta.

Uno de los mejores trabazones que de cine y jazz hayánse conseguido en la noche de los tiempos, escribió el servidor que también escribe sobre lo noire. Todo casa de nuevo, noche, noire, Miles y un ascensor. La noche americana o la noche francesa, ya no sé bien cuál es de las dos el jazz, cuál el cine noire.

martes, 13 de septiembre de 2011

Do you know what it means

Fotograma de la película Louis  (2010)

Nos vamos a ir a Storyville. Nos vamos a ir a Nueva Orleans. Iba a decir una palabra más gruesa porque Storyville era un barrio donde trabajaban las putas e iba a decir otra cosa más gorda pero he empezado Nos vamos a ir a Storyville. Para hacer eso tendríamos que estar en 1900 o 1905. Ó 15. El caso es que nos hemos ido a Storyville y dejémonos de pamplinas. Nos podemos ir al Downtown o al Uptown, vosotros elegís. Yo me iría primero al Downtown, más que nada para luego comparar. En el Downtown hay gente blanca que han creado clubes donde se escucha música. Una música sincopada, un poco rara para la época, pero que nosotros que venimos del futuro ya conocemos aunque allí en el club poco sospechan de nuestra procedencia o de quiénes somos. Es cierto que se han quedado mirando cómo vestimos, pero eso es otra historia. Estamos en un club del Downtown regentado por blancos. Algo finos ellos, pero la bebida era buena. Nos hemos quedado hasta altas horas de la madrugada. Había un trompeta que no sonaba mal. Pero más allá del alcohol, buen alcohol ese, nos hemos ido preguntándonos por el Uptown. Hemos oído tantas cosas sobre él.

Y ya estamos en el Uptown. Esas cosas que habíamos oído que las veremos más por la noche, nos avisan. Y ya es de noche y en verdad que los tipos que vemos no los habíamos visto antes por la calle. Nos han dado un par de nombres y hasta allí nos vamos. Ya en la puerta un individuo que parecía tuerto, negro por supuesto, nos ha mirado mal. Como suele decirse, (¿se inventó ahí la expresión?) nos ha mirado un tuerto. No lo he dicho pero mi acompañante va vestido de hombre sólo para entrar al Uptown. Cuidado con las damas, nos habían avisado de nuevo. Así pues mi acompañante ha remendado uno de mis mejores pantalones y se hace pasar por uno más de nosotros, aunque ya el tuerto la miró mal y más cuando entramos al club del Uptwon. Y todo es diferente. La música es diferente, las putas son diferentes, las edades de las putas también, y un negro chato pero endiablado toca la corneta, no tendrá más allá de 15 años, le digo a mi acompañante travestida. Y el alcohol es servido en bandeja de plata, y el humo ciega y embriaga. Y hay muchas más cosas que no habían en el Downtown y que aquí corren como la pólvora. Y las putas te llevan a la habitación pero ese negro que toca la corneta (el pequeño Louis, me dice la puta) se sigue oyendo, y a mi acompañante la pierdo de vista y no sé más de ella hasta que me duele la cabeza por la mañana y la veo entre neblinas y ambos dos nos vamos, sólo que ella ya no va vestida con mis ropas y ya se ven las diferencias entre lo que era y lo que es.

Y esa música todavía me retumba en los oídos (corneta, un violín que sonó entrada la madrugada en un instante de silencio, y una pianola que reproducía un rag, Scott Joplin, le dije a la puta, y ella se encogió de hombros como sin saber de quién demonios le hablaba. Y el pequeño Louis con unos periódicos  debajo del brazo, no suelta su corneta, entra por la puerta del burdel y ya no le veremos más, cuando pasa por nuestro lado dibuja una sonrisa y le vemos los dientes y nos reímos también y se cierra la puerta. Cerramos los ojos, yo los cierro y estamos otra vez en casa y mi acompañante duerme a mi derecha y yo me levanto y pongo un rag de Scott Joplin y lo pongo bajito y me acuerdo de la tuba del burdel y de la edad de las adolescentes que se sentaban en las sillas). Y entonces alguien dijo que había inventado el jazz.

lunes, 5 de septiembre de 2011

Lo que quiso Julio

Cortázar quería a la trompeta, quería jazz.

El tema propuesto para esta semana era doble, como las sesiones dobles de cine que ya no existen si no es en la pantalla de un ordenador. Me resulta halagador que mi fuente de inspiración me proponga, que siga proponiendo temas que no son sino intentos desesperados de mantener el blog en niveles que resulten aceptables y sí, me gustan los post como quedan (y sigo preguntándome si puede pluralizarse el anglicismo post). Para escribir el post de esta semana me tengo que abrir el Spotify y escuchar. Porque para escribir este post hay que escuchar. El tema propuesto por la inspiración se desdoblaba. O me iba a los orígenes del jazz en Barcelona, o me quedaba con la Jazzuela de Julio Cortázar y el jazz. Como soy un vago en ocasiones, y ésta es una de esas ocasiones, me pongo Jazzuela, el disco Jazzuela. Una vez más. Qué es jazzuela.

Porque para saber lo que es Jazzuela es conveniente haber leído esa obra de discurrir que es caótico pero a la vez ordenado de Rayuela. Si no lo has leído, allá tú, pero también se puede escuchar Jazzuela. El por qué de la conveniencia: cada canción de Jazzuela está escrita blanco sobre negro en la obra de Cortázar. Me olvidé de nombrarte, che, pero así son las cosas en un post que va a resultar tan caótico y ordenado como tu novela. Y ahí está el juego de palabras del disco, que ya no es LP sino CD. Los tiempos cambiaron hasta para eso, que tú los escuchaste en esos viejos vinilos, seguro que los tenías de 78.

Y así empezamos por Bessie, maravillosa Bessie, a woman with two balls y más cosas y te rompe con el Empty Bed Blues, malnacidos si había gente capaz de dejarle una cama vacía a una mujer como Bessie, de insensateces vive el hombre (porque luego Bessie te cantaría ese blues y la cama no quedaría más desierta). Y Jelly Roll, con ese apodo que alude al tamaño de su falo, recuerda con otro blues a su mami. Y un bluesman Bronzy canta un blues que se llama Get back, todo son regresos, añoranzas y llenar camas vacías sin mamis. Y Coleman Hawkins se inventa Body and Soul y es como ver un cuadro de Picasso. Y el Save it Pretty Mamma. Otra mami, qué será lo que tengas las mamis para los negros. Y el blues no quiere dejarnos, ya van dos mamis, una cama vacía, y me dejo a Bix, nuestro Bix, sweetie, que canta algo así como Jazz me blues y no quiero recordar lo que significa jazz, porque habría que poner ese rombo tras otro para traducir lo que quiere que le hagan Bix con su trompeta.

Y sigue la fiesta con trompetas que te dicen que vuelven a Virginia y me alegra que nombraras a Frankie Trambauer en tu novela. Así la gente sabrá de ese trombón. Y Bessie vuelve a ponernos cachondos diciendo que es una Baby Doll, que no es la película sino 40 años antes una canción de Bessie. La voz de Bessie. Y no tengo a nadie, dice Earl Fatha Hines, no tengo a nadie si no tengo mujeres como Bessie. Añoro ser de la banda de Bessie, lo añoramos, che. Las noches son muy largas en el autocar (o era uno de esas furgonetas, y la noche y las cunetas y tú eras Bessie, había poca luz y éramos muy pocos en la carretera). Pero escucha ese piano que llora I ain’t got nobody. De verdad que lo dice.

Y de la nada surge Dizzy y dice Good Bait y la trompeta tiene aires cubanos en la percusión, todo es cuestión de escucharlo. Esa orquesta suya y de repente se oye be bop. El único bop del disco. Porque pronto volvemos al blues y al acetato de los antiguos y al raspar de la aguja y los Kansas City Six se arrastran a las cuatro, que no puede ser más que de la madrugada porque si alguien se arrastra a las cuatro tiene que ser después de una noche de jazz, mujeres y negritud. Y por fin llega Louis con un blues, cómo si no iba a ser. Y le canta un blues a un perro amarillo y eso sólo lo puede hacer la voz de Louis. Y le ruega a una mujer que no juegue con él, con el pobre Louis no juegue nadie. Mala mujer. Y por blues que no quede, que falta Bill Bronzy again y Oscar Peterson y los Chocolate Dandies que tienen un nombre tan apetecible como manifiesto. Black is black. Louis, ¿otra vez por aquí? Pasa, el honor es nuestro; el mundo, tuyo. Y con Duke llegamos a ese tipo de orgasmos. Al fin y al cabo si la cosa no tiene swing… Es jazz, ya lo sabes, lo sabemos tú y yo y no quiero traducir. Qué si no si el propio Duke dice Hot and bothered. Y el post llega al fin, por eso dejo un par de blues para el final, no es cuestión de desviarse, che, la que armaste si nosotros somos tan reservados. Claro, sólo somos a veces.