martes, 14 de junio de 2011

El mayor premio de la semana

Poster de A las nueve cada noche, Jack Clayton, 1967

La primera película de la historia fue la salida de los obreros de la fábrica Lumière, por eso de que lo tenían cerca. La primera película de verdad fue la llegada del tren a la estación de la Ciotat. Pero creo que no se refiere a eso mi fuente de inspiración cuando me dice que por qué no hablo de la primera película. No recuerdo la primera película que vi. Seguramente no fue en el cine, seguramente tendría algún rombo. Quizá fue en una Sesión de tarde del sábado con la misma sintonía que tenía Sábado noche, pero a esas horas eran más habituales los dos rombos. Y con ello a la cama. La primera película que vi en el cine tampoco la recuerdo. Recuerdo cuando vi en cines de reestreno películas como El jovencito Frankenstein o La Guerra de las galaxias. Multicines Buñuel que ya no existen. Si quisiera quedar bien diría que la primera fue ET, pero sé que no lo es porque antes vi otras, como unas francesas que se llamaban La cabra o Un dromedario en el armario. No creo que fueran las películas típicas de ver un crío que todavía llevaba cortos los pantalones. También recuerdo y haber entendido a la perfección las metáforas y las imágenes de Los dioses deben estar locos, incluida una botella de Coca Cola. Lo que sí recuerdo en que no vi películas en la década de los setenta. Ahí las veía por el televisor. En el VHF. Tendría que saber la lista completa de películas que se programaron por aquellos años, y hay un blog que las recoge, porque habemos gente así de locos para recoger estas cosas por estos medios tan modernos. Así pues, es posible que mis ojos de la primera etapa de la EGB vieran los ojos que si mataran matarían de Bette Davis, o alguna de las películas que hacían aquellos tres de los que sólo hablaban dos. O alguna de Tarzán, que parecía que echaban casi todas las semanas. O quizá fue una del Oeste, que sí daban todas las semanas. Recuerdo una, que sí pude ver en Sábado Cine, que no sería la primera, pero sí que fue la primera que me provocó aquello que provoca el cine, y es creerse una mentira como si fuera la mayor verdad del mundo. Se llamaba A las nueve, cada noche, y en ella salía Mark Lester justo antes de que todo el mundo lo conociese por Oliver antes que por su nombre. Hablo de los años en que quedarse viendo una película hasta las doce de la noche era el premio mayor de la semana. No sé cómo explicarlo, pero, aunque era un crío, por unos momentos que parecía sostenerme en el tiempo y en el espacio mientras que duraba la película. Como si te dieras cuenta de que aquello que estabas viendo se tratase de un mundo prohibido. Lejano, que se hacía por aquellas tierras, de afuera, de no sabía dónde. Aunque muy probablemente al final la primera película que haya visto en mis vida fuera alguna película española. Una película cualquiera que defenestrase el halo a lo mítico de este post. Incluso es posible que no se encuentre entre las 7850 películas que llevo votadas en Filmaffnity.

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